La fiebre es un aumento en la temperatura corporal normal por encima de 37,5º C, empleándose como un mecanismo de defensa para combatir posibles infecciones por virus o bacterias. La fiebre durante el embarazo puede generar una enorme preocupación por parte de la madre gestante, por el miedo inminente de causarle daño al bebé. En un síntoma que puede deberse a muchas enfermedades, y que sin duda nos avisa que algo anormal está sucediendo en nuestro organismo. El riesgo que representa la fiebre durante el embarazo básicamente se genera si esta aparece entre la semana 4 y la 14, ya que esta es la etapa más delicada de todo el embarazo. Esto se debe a que durante este lapso, es cuando se están formando los principales órganos del bebé. Estudios han demostrado una grave relación entre la fiebre alta durante el primer trimestre de embarazo y la aparición de defectos del cierre del tubo neural del bebé, tales como espina bífida. Una vez superada esta etapa (primer trimestre), la aparición de fiebre ya no representa un peligro tan preocupante que atenta contra la salud de nuestro bebe, no obstante se debe observar cuidadosamente.
Expertos han realizado estudios para determinar el posible riesgo que generan los episodios febriles durante el embarazo, y los resultados han arrojado que no existe riesgo de aborto por presentar fiebre en ninguna etapa del embarazo. Sin embargo, se ha determinado que fiebres muy altas en el tercer trimestre de gestación, pueden generar contracciones que adelanten el parto.
Las causas de fiebre durante el embarazo engloban una amplia gama de enfermedades. Hay que tomar en cuenta las causas de fiebre en mujeres no embarazadas así como las posibles causas específicas del embarazo. Entre las causas más comunes están las infecciones del tracto urinario, las cuales afectan del 5 al 10% de todas las embarazadas, y su peligro radica en que si no son tratadas a tiempo, pueden generar complicaciones como pielonefritis y cistitis. Otras posibles causas de fiebre durante el periodo de embarazo son infecciones de gravedad, neumonía crónica, mastitis aguda, meningitis, etc.
Ante la presencia de cuadros febriles se recomienda en primer lugar mantener la calma, el estrés puede ser perjudicial tanto para la salud de la madre con la del bebé. Si la fiebre no es muy alta (siempre cuantificarla con un termómetro), puedes tratarla con métodos caseros, tales como evitar el exceso de ropa para “sudar la fiebre”, darte un baño con agua tibia, consumir alimentos ricos en vitamina C como frutas y verduras, así como caldos e infusiones, mantenerte hidratada tomando mucha agua, descansar. Si a pesar de estos métodos, la fiebre persiste y no disminuye en lo absoluto, debes acudir a un médico, es importante determinar el agente causal de la fiebre y tratarla adecuadamente. Si además de la fiebre alta, presentas alguno de los siguientes síntomas, debes asistir con urgencia a un médico, ya que puede tratarse de algo grave: Diarrea, vómitos persistentes, mareos, dolor de cabeza, dolor o ardor al orinar, hemorragia vaginal, dolor abdominal agudo, líquido vaginal constante, y contracciones uterinas constantes.
El pronóstico dependerá de la enfermedad de la que se trata y de la gravedad. Los procesos infecciosos de tracto urinario y vías respiratorias suelen evolucionar muy bien si se diagnostican y tratan a tiempo. Otras infecciones como toxoplasmosis, rubéola o varicela, suelen evolucionar también de forma favorable para la madre si se tratan a tiempo, sin embargo si pueden generar daño fetal dependiendo del caso.
La prevención es la clave. Si bien no se puede anticipar la presencia de focos infecciosos y posibilidades de contraer alguna infección que pueda enfermar a la madre, es importante aplicar el esquema de vacunación correspondiente y a tiempo para disminuir las probabilidades de enfermar a lo más mínimo posible. Una correcta inmunización reducirá mucho el riesgo de padecer infecciones. Asimismo un control ginecológico adecuado representa un factor importante a la hora de detectar cualquier infección que se encuentre asintomática. Mantener una dieta equilibrada, rica en nutrientes y vitaminas también resulta de mucha ayuda para prevenir enfermedades, ya que cuentas con unas defensas altas capaces de atacar cualquier agente infeccioso. Una correcta hidratación también resulta muy importante, así que toma muchísima agua diariamente.